por Luciano Doti
Hacía un
tiempo demasiado largo que Damián estaba obsesionado con una chica. La veía en
su mente durante todo el día y en las noches de insomnio. Para colmo, existía
Facebook, la red social que se encarga de poner al alcance de un solo click las
imágenes, pensamientos y vida social de la persona que nos fascina, por lo que
es una mala época para ello. Con todo, eso no se elige, sucede y punto.
Tomó el mazo
de cartas de tarot y ensayó una tirada. Estaba lejos de ser un experto, de
hecho había comprado esas cartas como un objeto de colección y entretenimiento,
pero buscar respuestas en la cartomancia le producía cierta sensación de estar
conectándose con ella.
«La Muerte»
se hallaba ahora sobre la mesa. ¿Qué podía tener que ver con su obsesión?
¿Marcaba el final o un nuevo comienzo? ¿Y si anunciaba su propia muerte?
A la
obsesión con la chica se sumó la sugestión de que la muerte le rondaba cerca.
La obsesión
pudo más y una noche fue a buscarla a un restó donde sabía que estaría cenando.
Resultó una
locura, ella estaba acompañada. La vio frente a la puerta del local
gastronómico, abordo de un auto. Se acercó a la ventanilla, fuera de control,
tanto como para romper el vidrio con un objeto contundente. El novio de ella,
por celos o temiendo ser víctima de un asalto, tomó el arma que llevaba en la
guantera y dio sentido a la tirada de tarot.
Publicado en la antología "Detrás de la palabra", Tahiel Ediciones, 2016. Cuento destacado por el Jurado.
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