viernes, 25 de diciembre de 2015

Microficciones de Navidad


La muerte en Navidad

por Luciano Doti

Esa tarde, Alfonso se preparó de manera especial. Se bañó y se puso sus mejores galas.
Ya en la noche, sentado a la mesa, comió el pavo relleno que había cocinado su esposa, acompañado por las deliciosas guarniciones y una cervecita bien fría. Luego, tal cual la tradición, bebió la sidra, con pan dulce y frutas secas.
Comenzó a sentirse extraño; el habla de los otros comensales le llegaba como un murmullo. Entonces, se desplomó.
El resto es muy raro: un gordo barbudo de Laponia, ataviado con ropas de abrigo rojas, lo llevaba en un trineo hacia las estrellas.


Pavo de Navidad

por Luciano Doti

Al fin podía beber alcohol. Aunque sea esa Nochebuena tenía derecho a tomarse esa licencia. Para tal fin, dejó por esa vez la medicación, que bajo ningún punto de vista debía mezclarse con brebajes etílicos.
Al morder el pavo, lo oyó quejarse. Pensó que era fruto de su imaginación, pero lo mismo ocurrió reiteradas veces.
Esa madrugada, ya en la cama, un pavo gigante lo fue a buscar, amenazó con comérselo para vengar a su compañero más pequeño.
Durante el día siguiente, Navidad, el pavo siguió rondando cerca, no lo dejó en paz. Su familia parecía no verlo, y el no decía nada porque de seguro significaría enfrentarse a lo de siempre.
El 26, volvió a tomar la medicación recetada por el psiquiatra, y el pavo gigante desistió de molestarlo.


Resfrío

por Luciano Doti

Hacía calor ese 24 de diciembre. Entre copas, Pablo se lamentaba por no haber podido vivir nunca una Navidad blanca.
A la madrugada, cuando todos se fueron a dormir, él quedó solo. Se le ocurrió preparar la bañera con el hielo que sobró y poner el aire acondicionado al mango. El cansancio lo durmió inmerso en esas aguas heladas.
Al despertar, ya era pleno día, le dolía la cabeza y tiritaba. Su esposa se levantó al baño y lo halló en ese estado. Un fuerte estornudo sonó en el momento.
—Nada peor que un resfrío de verano —sentenció ella.


Epifanía

por Luciano Doti

Daniel no creía en eso de la Navidad. Para él todo era parte de un invento de la Iglesia para adaptar al cristianismo antiguas fiestas paganas. Y lo de Papá Noel o Santa, como se lo llamaba últimamente por la penetrante influencia cultural yanqui, un negocio de los comerciantes para incrementar sus ventas. Así que, Daniel aprovechaba esa fiesta para beber y comer, en ese orden de prioridad.
Cuando la familia se fue a dormir tras la celebración de ese año, él se quedó en el sillón del living, hacía ya un rato que dormía ahí y su mujer no quiso despertarlo.
En la madrugada, se le presentó un anciano de barba blanca y ropas de abrigo rojas. Sorprendido, decidió llamar a su familia para que lo vieran, pero se encontraba en un estado en que sus reacciones eran más lentas. En el momento que por fin pudo articular palabra, el visitante ya se había ido. 
Lo encontraron solo, balbuceando algo acerca de Papá Noel, visita, epifanía... La mujer lo miró a él y luego recorrió con sus ojos cada una de las botellas vacías. Resignada, le dio la razón.


El despertar

por Luciano Doti

El niño escuchó atento el relato de la estrella de Belén en la cima del árbol. Luego salió afuera y la buscó en el cielo. Podría decirse que esa noche comenzó a imaginar las historias que escribiría como escritor de ciencia ficción. 


La última Navidad

por Luciano Doti

La nieve cae sobre la ciudad. Ante mis ojos tengo una suerte de postal navideña. Los faroles iluminan el lugar, y unos edificios de estilo nórdico ofrecen sus ventanas al mundo. Una de esas ventanas está iluminada. Las otras no. 
Tal vez es temprano, recién está oscureciendo, posiblemente sus moradores fueron los primeros en encender la luz. 
Hago una pausa para tomar un trago de vodka. La bebida irriga mi cuerpo con un calor que mitiga la baja temperatura. 
Me doy cuenta de que estoy extrañamente solo. Vuelvo a pensar en esa única ventana iluminada. Ahora se me ocurre que es un signo para que yo esta noche me formule cierta pregunta. ¿Qué hago solo, mirando una ventana iluminada, en una postal de…? 
¿Dónde estoy? ¿En que rincón de Buenos Aires hace frío? Si es diciembre, y acá, en el sur, el calor suele ser abrasador. 
Empiezo a desentramar el misterio de este lugar, de mi soledad y de la luz frente a mí. 
No es de vodka el calor que siento en el cuerpo, sino del verano porteño. En una mano tengo una tarjeta navideña, un recuerdo que me quiero llevar; y en la otra, una sidra, que sabe como las de tantas navidades anteriores a esta última.


2 comentarios:

  1. Una Navidad diferente en forma de micros, jeje. Unos desean una Navidad blanca y otros una Navidad en la playa. Nunca tenemos lo que queremos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Unos microrrelatos acordes para el concurso, no se has participado pero son buenos. Un saludo y Felices Fiestas.

    ResponderEliminar