Epifanía
por Luciano Doti
Daniel no creía en eso de la Navidad. Para él todo era parte de un invento de la Iglesia para adaptar al cristianismo antiguas fiestas paganas. Y lo de Papá Noel o Santa, como se lo llamaba últimamente por la penetrante influencia cultural yanqui, un negocio de los comerciantes para incrementar sus ventas. Así que, Daniel aprovechaba esa fiesta para beber y comer, en ese orden de prioridad.
Cuando la familia se fue a dormir tras la celebración de ese año, él se quedó en el sillón del living, hacía ya un rato que dormía ahí y su mujer no quiso despertarlo.
En la madrugada, se le presentó un anciano de barba blanca y ropas de abrigo rojas. Sorprendido, decidió llamar a su familia para que lo vieran, pero se encontraba en un estado en que sus reacciones eran más lentas. En el momento que por fin pudo articular palabra, el visitante ya se había ido. Lo encontraron solo, balbuceando algo acerca de Papá Noel, visita, epifanía...
La mujer lo miró a él y luego recorrío con sus ojos cada una de las botellas vacías. Resignada, le dio la razón.
jeje...la navidad es en realidad, la posibilidad concreta de reencontrarse con lo mejor de uno mismo, con el renacer de la inocencia que todos alguna vez llevamos latiendo en nuestro ser y que tantas veces luego muere -a veces irremediablemente- marchitada por las miserias que construimos en nuestros propios corazones.
ResponderEliminarQue tengas una muy feliz Navidad, Luciano!
=)
Un relato genial, y con todas esas botellas vacías seguramente nadie iba a creerle. Me divertí mucho, a veces el escepticismo necesita de estas cosas para poder ser movido de nuestra mente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, su estado no le daba mucha credibilidad; pero nunca se sabe, cosas más raras se han visto.
ResponderEliminarUn abrazo
Es cierto que aveces nos ponen muy dificil el creer en la Navidad. Pero al menos debemos intentar luchar porque su mensaje germine y de frutos. El mundo sería un poco mejor, al menos durante este tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luciano, una vez escribí un haiku que decía así: Luces y brillos/la cuna arrinconada/se murió el niño. El espíritu de la Navidad ese que, como dice Juan L. nos hace más humanos y solidarios estos días, hace tiempo que se perdió para la mayoría de los mortales. Lo de ahora es un burdo remedo cuyo inicio lo marcan los grandes almacenes
ResponderEliminarBonito relato que deja abierta la posibilidad de que Papá Noel exista de verdad, pero claro...en ese estado de embriaguez...quién iba a creerlo!
ResponderEliminarLo cierto es que es una fiesta cada vez más desvirtuada pero a la que es casi imposible ignorar.
Un beso
Jejeje, la magia de la Navidad para los más crédulos o la magia del alcohol para los incrédulos.
ResponderEliminarMuy buen relato Luciano, muy buen mensaje. Si tan solo por unos días el corazón se ablanda un poquito bendecida sea la navidad.
ResponderEliminarUn abrazo y que la mágia no desaparezca nunca.
Algunos se dejan llevar por las bebidas espirituosas como otros por los reclamos espirituales. ¿Quién está en posesión de la verdad? Ni idea...
ResponderEliminarEs un relato con mucho acierto.
Muy cinematógrafico, ya me lo estoy imaginando intentando convencer que el anciano de la barba blanca era real, y su mujer recogiendo botellas del suelo.
ResponderEliminarA mí, sin embargo me queda la duda... porque estas cosas pasan de verdad.
Buen... ¿cuento?
Abrazos y Felíz Año Nuevo